Soy de plata y exacto. No tengo prejuicios.
Todo lo que veo lo trago de inmediato
tal y como es, sin la turbiedad del amor o de la antipatía.
No soy cruel, sólo veraz-
el ojo de un diosecillo, con cuatro esquinas.
La mayor parte del tiempo medito sobre la pared de enfrente.
Es rosada con manchas. La he mirado tanto
que creo que forma parte de mi corazón. Pero se mueve.
Caras y oscuridad nos separan una y otra vez.
Ahora soy un lago. Una mujer se asoma sobre mí,
buscando en mi extensión lo que ella es en realidad.
Luego se vuelve hacia esas embusteras, las velas o la luna.
Veo su espalda y la reflejo con fidelidad.
Me recompensa con lágrimas y gesticula con las manos.
Soy importante para ella. Viene y va.
Cada mañana es su cara lo que sucede a la oscuridad.
En mí ha ahogado a una muchacha, y desde mí una mujer mayor
se eleva hacia ella día tras día, como un pez terrible.
Sylvia Plath Cruzando el Agua
miércoles, 16 de marzo de 2011
sábado, 12 de marzo de 2011
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